En un giro alarmante en el conflicto entre Rusia y Ucrania, el Kremlin ha reaccionado con furia tras la decisión de los aliados occidentales de levantar las restricciones al uso de misiles de largo alcance contra territorio ruso. Esta medida, anunciada por el canciller alemán Friedrich Merz, permite que Ucrania ataque objetivos militares dentro de Rusia, una acción que anteriormente estaba prohibida y que ahora ha encendido una chispa de peligro en la ya tensa situación geopolítica.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, calificó la decisión como “peligrosa” y advirtió que va en contra de los esfuerzos por alcanzar una solución política al conflicto. La postura de Moscú es clara: cualquier ataque respaldado por potencias nucleares será considerado una amenaza significativa, dejando entrever un posible uso de armamento nuclear si las hostilidades continúan escalando.
Mientras los bombardeos rusos sobre Ucrania intensifican la crisis humanitaria, la presión internacional, incluida la del presidente estadounidense Donald Trump, se incrementa para que Rusia busque un alto el fuego. Este contexto de creciente violencia y tensión política plantea serias preguntas sobre el futuro de las relaciones internacionales y la estabilidad en Europa.
Las tropas ucranianas, respaldadas por armamento occidental, se preparan para un nuevo capítulo en este conflicto, mientras el mundo observa con preocupación. La autorización de estos misiles representa no solo un cambio en la estrategia militar, sino un nuevo reto para la diplomacia internacional que, en este momento crítico, se encuentra en una cuerda floja. ¿Estamos ante el inicio de una escalada irreversible? Solo el tiempo lo dirá, pero la alerta del Kremlin resuena con un eco ominoso en el escenario global.